"Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". Muy bonito pero falso. Hace frío. He decidido pasar la noche en un hipermercado, ya veré cómo me las arreglo para burlar la vigilancia, pero tengo que pasar la noche allí. Será una experiencia nueva, no creo que muchos hayan pasado esta noche en un sitio así, salvo los guardas, digo yo.
Es Nochebuena y estoy harto de todo, los amigos han decidido hacer un botellón en un almacén de las afueras, acabarán al amanecer vomitando todo el alcohol que les sobre, que será mucho. El que haya ligado terminará echando un polvo en cualquier sitio solitario y durante un tiempo recordará el amanecer de la Navidad como algo bonito con una chica entre los brazos y el que no consiga nada, dormirá la mona como pueda y después se pasará el día atontado con la resaca. Siempre es lo mismo, y eso es casi lo mejor que puede pasar. El año pasado alguien se hizo con unas papelinas y la cosa acabó mal, les salió mal el rollo y les dio violento, querían quemarlo todo, querían destruir el mundo y empezar de nuevo otra vez.
La puerta del hipermercado es todo un espectáculo, la gente se amontona para ver la atracción que tienen montada; como todos los años, con motivos de cuentos famosos, este año es La Casita de chocolate y Hansel y Gretel enseñan a los niños la canción de moda para esta ocasión. Los niños, y los menos niños, mueven la cabeza y los pies como osos de circo siguiendo el compás. Las luces centellean con espasmos de neón y los personajes del cuento mueven la boca de autómatas y los brazos de muñecos mecánicos.
Las flores se mueven, los cervatillos también, los árboles parecen bostezar con sus bocas leñosas y unos pajarillos revolotean a intervalos regulares sujetos por invisibles cables de acero a las ramas de los árboles de cartón piedra.
El suelo está húmedo y el frío arrecia. Falta poco para que cierren, voy a entrar y trataré de buscar un sitio donde esconderme.
El calor es agobiante, un olor mezcla de gentes, perfume, ropa nueva y cuero hace que la atmósfera sea casi irrespirable. Los altavoces de ambiente repiten machaconamente que en breves instantes cerrará el establecimiento y que nos desean las mejores de las fiestas posibles en unión de nuestras familias y con nuestros bolsillos vacíos, que para eso está ellos y tienen montado este tinglado, para sacarnos los cuartos. Cuando cesa la voz aterciopelada de la señorita de locutorio, un típico y tópico "Navidades Blancas" llena el aire de campanitas y gorgoritos de falsos niños.
Las caras de las dependientas parecen máscaras de teatro griego con los labios desdibujados, los pómulos marchitos y los ojos mostrando las inescondibles ojeras bajo los potentes focos, ajadas después de ocho horas de trabajo, tratando de ser amables y sonriendo, contestando a la señora plomo que no sabe lo que quiere, o sí lo sabe, pero no existe: quiere un pez grande y bueno que pese poco y sea barato. Alguna, aprovechando unos segundos de descanso, saca un pie del zapato y lo pone sobre el frío mármol buscando un instante de refrescante relax.
Los dependientes sudan, las frentes perladas delatan horas de cansancio, las manos manchadas de tinta denotan la cantidad de talones de venta hechos y algunos no pueden evitar emitir cierto olor a sudor al pasar cerca de ellos.
Las compradoras de última hora agotan hasta el final de la jornada tratando de encontrar el grial del hipermercado, la cuadratura del círculo de la economía, la piedra filosofal del consumismo salvaje. En algunos departamentos empiezan a pagar las luces, tengo que buscar ya un sitio seguro.
Los departamentos de regalos, perfumes y artículos de lujo son las vedetes del "espectáculo", rutilantes de luz y colores centran las miradas de todos. La mezcla de esencias y olores puede resultar mareante y la dependienta se esfuerza en recalcar la elegancia y sutileza del aroma que trata de vender. Algunos ojos laman la atención al no poder disimular el deseo en la mirada que acaricia los objetos, la impotencia, la frustración al saber que esas cosas, al alcance de otros, a ellos les están prohibidas.
El silencio se va haciendo el amo del espacio, ya cesó el villancico machacón y un sonido de pasos amortiguados se esparce a nivel del suelo. Algún niño llora al no poder conseguir algo y ha llegado el momento de esconderme. Los probadores no me parecen buen sitio, creo que los servicios tienen doble techo, veré qué tal quedaría allí.
La postura es bastante incómoda, pero el sitio ha resultado bueno. El vigilante pasó hace rato, venía tarareando un villancico y miró en todas partes, pero no me vio. También tiene tarea pasa la noche aquí solo, yo la voy a pasar pero porque quiero, pero éste lo hace por obligación y seguro que tiene familia y quisiera estar con ella, pero esto es lo que hay, a joderse.
Voy a salir de aquí, hace rato que no se oye ningún ruido, no creo que pase nada. No sé si estoy loco o algo parecido, la idea de pasar aquí la noche es una gilipollez, pero tenía ganas de hacerlo y esta noche tiene un encanto especial para ello, cuando todos estén por ahí brindando con cava y deseándose lo mejor, dándose golpecitos en la espalda y besándose como buenos hipócritas, yo estaré aquí solo, haciendo lo que quiera, lo que me de la gana.
Qué diferente es todo ahora, el silencio es total. Algún crujido de vez en cuando, el soplido del aire acondicionado. Los ruidos de la calle llegan muy amortiguados, como sordos. La oscuridad es casi total, pero después de un rato y con los pilotos de emergencia acabas viendo lo suficiente para poder moverte por aquí.
Me gusta la sensación que siento, me excita saber que estoy solo aquí, como si esto fuera todo para mí nada más, pero no quiero tocar nada, me parece que fuera a romper una especie de magia que mantiene este extraño mundo intacto, inmóvil, estático.
Tengo hambre, voy a buscar algo de comida. Siempre pensé que en estas circunstancia me hartaría de comer cosas caras y ricas, pero creo que tomaré cualquier cosa que vea en las estanterías, lo que menos me preocupa ahora es eso, sólo pretendo calmar el hambre que siento, que tal vez sea hasta nerviosa.
Ahora me pondré un buen whisky, eso sí, tiene que ser bueno. A ver donde encuentro hielo, si no con agua fresca. Luego daré una vuelta por todo esto, suelo venir por aquí con frecuencia, pero ahora es todo muy diferente y la verdad es que me gusta; creí que me daría miedo estar solo, pero no, no me da miedo, me siento a gusto así.
Voy a escuchar música, la pondré bajita no sea que la escuche alguien. No sé qué poner, tengo toda la música que se puede tener a mi disposición y no se cual escuchar. Clásica, no, ya resulta esto bastante lúgubre para encima ponerle banda sonora. Tal vez un poco de jazz, sí, eso es, algo de Coltrane, un saxo bien tocado debe sonar bien en este entorno tan curioso. Me ha parecido escuchar algo, pero no será nada, no me comeré el coco o saldré corriendo de aquí. Tendría gracia. Habrá sido un crujido de cualquier estantería. Vino de aquella parte, será mejor que vaya a ver que puede haber sido y me quedaré tranquilo, si no, no dejaré de darle vueltas al asunto. Sería gracioso que otro hubiera tenido la misma idea que yo y nos encontráramos aquí los dos. Si es una chica...todavía, nos lo podríamos montar aquí de maravillas, pero eso sólo ocurre en las películas americanas.
Otra vez el ruido y viene de aquel grupo de maniquíes. Tranquilo y no dejes volar la imaginación, no pienses tonterías que no es el momento ni el sitio. Lo mejor es ver que pasa y salir de dudas. Me esconderé tras la columna que está tras ellos y observaré en silencio.
Sólo me tomé un whisky, bien despachado pero sólo uno y no creo que esté mareado, pero lo que estoy viendo no es normal: los maniquíes se mueven y hasta parece que hablan. Esto no puede ser, aquí hay un grupo de maniquíes vestidos de fiesta, ellas lucen trajes de brillos y lentejuelas de vistosos colores y ellos trajes y smokings de gala. Se acerca un grupo que estaba en el departamento de deportes, se van a los probadores y salen también vestidos de fiesta. Creo que me he vuelto loco. Viene uno con un carrito cargado de comidas y bebidas y acercan un mostrador que convierten en mesa. Poco a poco va aumentando el grupo, ya debe haber quince o veinte. Han traído música y empiezan a bailar. No los puedo ver bien, pero conservan sus caras de maniquíes, sus sonrisas de poliester y sus pelos de nylon, sus manos son casi rígidas pero les permiten asir las copas y los canapés que han preparado. Sus andares son graciosos y sus ojos no se mueven.
Me he acercado un poco más y ahora escucho sus conversaciones. Es alucinante, esto me lo cuentan y digo que es un mal rollo o una broma de mal gusto, pero es real, lo estoy viendo y no estoy soñando ni borracho ni nada por el estilo. Todos no tienen la misma categoría, al parecer ésta depende del departamento donde son colocados y los de los expositores de pieles y alta costura parecen ser los más arrogantes, los demás son más sencillos, algunos incluso no son bien mirados en el grupo.
Hay una rubia muy llamativa que parece bailar con un maniquí moreno muy apuesto y le dice cosas al oído. Los diálogos parecen sacados de las películas que ponen en promoción en el departamento de cine y video. Una dice llamarse Kin, por la Basinger, supongo, le dice a su pareja, que se llama Robert y se parece a De Niro: ¿Sabes de lo que tengo ganas? ¿De qué? Le pregunta él con los ojos fijos en otro sitio. De perderme en tus brazos y aparecer mañana. Responde ella dejando caer la cabeza sobre el hombro de él.
Esto es alucinante. Hacen que se besan y algunos se mueven como si hicieran el amor en un rincón oscuro. Me la voy a jugar, me mezclaré con ellos y a ver que ocurre.
_¿Eres nuevo aquí, no?
_¿Cómo? Sí...Perdona, soy nuevo, eso es.
_¿En que departamento estabas antes? No te he visto nunca.
_Estaba en... viajes, eso, en viajes.
_No sabía que en viajes hubiera alguno de nosotros, pero me alegro de conocerte.
_Sí, me pusieron allí con un macuto, anunciando las rutas del Nepal para estos días de vacaciones.
_Que bien se lo montan los humanos, debe ser maravilloso conocer otras partes, viajar, conocer gentes...
La chica, perdón, el maniquí es preciosa, tiene los ojos esmeralda y una nariz perfecta, los pechos menudos y en su sitio. Iba a decir firmes, pero es una estupidez. Voy a tratar de averiguar qué es lo que ocurre aquí.
_¿Hacéis esto muy a menudo?
_No, sólo en fiestas o en noches como estas, ya sabes. Tratamos de imitar a los humanos, hablamos como ellos y hacemos los que les vemos hacer a ellos, pero nos falta algo: sentir lo que sienten ellos. Algunos dicen que es debido a que no tenemos alma, es posible, no sé...Te estoy mirando y debes pertenecer a las últimas remesas de fabricación, estás muy bien acabado, pareces humano, tus ojos no están fijos y tus manos se mueven mejor que las nuestras ¿Tienes sexo?
Reconozco que la pregunta me dejó fuera de juego y no sabía que responder, pero reaccioné a tiempo.
_Sí...Veras, soy de un grupo que se creó con total realismo, me necesitaban en deportes, para exhibir los tangas, ya sabes, esos bañadores tan pequeños y para eso hacia falta...tener sexo, así que me lo pusieron.
_Pero...¿Te funciona?
_Mujer...eso no se pregunta. No...no me funciona, sólo es para abultar.
_Perdona, creo que he sido un poco brusca, lo siento, es que esta noche estamos todos un poco nerviosos, nos gustaría sentir lo que sienten los humanos, gozar de la vida, disfrutar del amor...
_Los humanos también sufren..._Interrumpí por decir algo.
_Sí y hasta eso debe ser hermoso. Cuando son padres, cuando se casan, cuando se enamoran. Cuando se mueren debe ser triste, pero dejan familiares que los recuerdan con cariño y hablan bien de ellos y además los entierran con dignidad y les rezan y les dicen cosas bonitas. En cambio nosotros, cuando estamos ajados y viejos o pasamos de moda, nos arrumban en cualquier rincón oscuro de un almacén y nos tiran a la basura o, en el mejor de los casos, nos queman con los papeles de las oficinas y es indigno, de verdad. Esta noche, por encima de todo, me gustaría ser humana y estar con un hombre que me quisiera, o al menos que me deseara y bailar a la luz de unas velas y decirnos cosas bonitas, como en las películas del departamento de cine y video. Esta noche es para amar, como dice el villancico, "Noche de paz, noche de amor..."
_Si tan feliz te hace, podemos intentarlo. Pongamos las velas, oigamos la música y bailemos hasta el amanecer llevados de la mano del amor...
El día de Navidad desperté casi a medio día, se me debió ir la mano con el cava y tuve unos sueños rarísimos, pero recuerdo haberlo pasado bastante bien. Encontré la manera de salir del hipermercado pues ya estaba harto de estar solo. Durante días no me pude quitar de la cabeza el recuerdo de una extraña Nochebuena.
Meses después, en primavera, fui a ver una camisa que quería comprar, al pasar por el departamento de embarazadas algo me hizo pararme, era un maniquí, una muñeca muy guapa, de ojos esmeralda y perfecta nariz. Lucía una incipiente curva de preñez y sus ojos irradiaban felicidad, pero lo que me sorprendió es que parecía seguirme con la mirada y al fijarme en ella tuve la sensación de que aquella cara me resultaba familiar y extrañamente la asocié a la Nochebuena.
A veces pienso que el aire de los grandes almacenes está viciado y llega a producir alucinaciones.
Andres Miranda Garcia.