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2/09/2008

EL MOVIL

EL MOVIL


Buenos Días. Le habla Maite, de Vitafone, ¿En qué puedo ayudarle?
Buenos días. Verá usted: hace unos días compré un móvil y me está ocurriendo algo
Algo muy extraño...
— ¿Su móvil es de tarjeta o de contrato?
—De tarjeta, de tarjeta.
—Me dice el número, por favor.
—Sí… 600697897.
—A ver… En efecto, hace nueve días que se activó la tarjeta, ¿Qué es lo que le ocurre?
—Pues verá usted, he tenido muchos móviles y nunca me había ocurrido esto:
estoy recibiendo llamadas de un número desconocido para mí…
— ¿Ha probado a llamar a ese número?
—Claro, pero no contesta nadie ni me dice nada y estoy un poco cansado ya que
suena a cualquier hora y en cualquier sitio, imagínate.
—Me hago cargo, debe ser una molestia.
— ¿No podrían ustedes hacer algo? Estoy dispuesto a cambiar de operador si esto
no se soluciona.
—Por teléfono va a ser muy difícil desde luego. ¿Te podrías acercar por
la sucursal más próxima que tengas? Seguro que allí podrán hacer algo.
Di que te manda Maite, a ver si hay suerte.
—Vale, gracias.
—A ti, buenas tardes.

-- Buenas tardes, me manda Maite, de la central.
Sí, a ver en que te puedo ayudar, yo soy Begoña.
—Pues verás, ya le expliqué a Maite lo que me ocurría, es algo muy extraño,
nunca me había ocurrido y hace mucho que tengo móvil.
_Dime qué es, a ver si lo podemos solucionar.
—Eso espero porque estoy dispuesto a cambiar de compañía si no se soluciona
el problema.
Vamos a ver, ¿qué es lo que te ocurre?
—Pues que desde hace unos días recibo llamadas de un número desconocido y
cuando contesto no hay nadie al otro lado, no me responde nadie.
— ¿Me dices tu número?
— Sí… 600697897
— Ese número se volvió a activar hace nueve días…
— Eso ya me lo dijo Maite. ¿Qué significa “se volvió a activar”?
— Pues eso, que se volvió a activar, que antes era de otra persona que lo dio de baja
o dejó de usarlo, nada más.
— Nada más… no sabía que hacían ustedes eso. Bueno, no es más que un número, supongo.
— Sí, sólo un número…
— ¿De quién era antes?
— Eso no sé si te lo puedo decir, compréndelo.
— Es que soy un poco supersticioso ¿sabes? Y estas cosas me dan un poco de yuyu…
— No te comas el coco, estas cosas pasan todos los días y no ocurre nada raro. A ver… Luís Andujar Oliva… eso es… Bueno. No te puedo dar más información.
— Gracias, creo que con eso me basta de momento pero esto no evitará que me sigan
llamado desde ese número, y eso es lo que tengo que averiguar, el número desde el
cual me llaman.
Vamos a tratar de depurar tu línea y así conseguiremos saber quién te llama y te quedarás tranquilo.
— Vale, eso espero.


— Soy Begoña, de Vitafone, hemos averiguado algo que creo te interesará, toma nota
y recuerda que yo no te he dicho nada, lo que pasa es que todo esto me da un poco
de morbo así que ya me dirás como acaba todo. Hemos encontrado un nombre:
Begoña López Achabal, no te puedo decir nada más y me la estoy jugando. Bye.
— Muchas gracias, Begoña, yo creía que estas cosas eran más frías, que sólo
erais voces tras un teléfono. Tenemos que vernos.

Luís Andujar Oliva… sólo un nombre, tres palabras sin sentido para mí pero tal
vez la clave de un enigma… creo que estoy un poco pasado, tendré que dejar de
ver Cuarto Milenio. Miraré en la guía de teléfonos, a veces nos esforzamos en buscar
en sitios raros y tenemos la información a la mano y sin complicaciones…
Andujar Oliva… ele, este puede ser. Llamaré a ver que ocurre.

— ¿El señor Andujar, por favor…?
—¿Quién le llama? La voz sonaba muy lejana y temblorosa, me dio miedo, escalofrío.
— Usted no me conoce, quisiera hablar con él si hace el favor…
— No se puede poner… lo siento. La voz sonaba ahora entrecortada, como entre sollozos.
— Oiga ¿le ocurre algo? ¿Se encuentra bien?
— Perdóneme, no puedo seguir hablando. Adiós.
— ¡Oiga, oiga, por favor…! Ha colgado.

Andujar Oliva, ele… Montequinto 27… segundo b… pues allí voy, no queda lejos de aquí.

—¿Sí….? Era la misma voz del teléfono, sólo que el telefonillo la distorsionaba un
poco pero no me cabía la menor duda.
— Perdone que la moleste… hace un momento hemos estado hablando por teléfono
y me ha dejado usted preocupado, me gustaría hablar con usted, perdóneme si le
parezco entrometido, pero la verdad es que tengo mucho interés en conocerla y
hacerle algunas preguntas.
— ¿Es usted policía?
— ¡No, por Dios, no soy policía!
— … Suba.

Una chica joven, ojerosa, muy triste, con las lágrimas a punto de salir y una mirada
perdida, ausente…
— Me llamo Antonio.
— Begoña
— Cuantas Begoñas…
— ¿Cómo dices?
— Nada, flipes míos
— Pasa.
— ¿Vengo en mal momento?
— No, no es eso, no te preocupes… ¿De qué querías hablar?
— La verdad es que no sé por donde empezar… todo esto es muy raro.
¿Dónde está tu padre?
— Muerto. Su alma conmigo, su cuerpo volvió al mar de donde él decía que
procedemos todos.

La cara de Begoña se había endurecido, parecía de cera de puro inexpresiva,
sus ojos estaban fijos en un punto del infinito, sus brazos le caían a lo largo del
cuerpo y sus manos aparecían inertes, como muertas.

— ¿Quieres decir que ha muerto, no…?
— Sí, eso es.
— Pues no sabes cuanto lo siento. Será mejor que me marche.
— ¿Qué querías?
— No… nada… cosas mías. Adiós
— Espera, dime que querías, para nada no te hubieras tomado tantas molestias.
— Es que es muy extraño y no sé si tu… bueno si estás en el mejor momento
para oír esas cosas.
— Espera un minuto, vamos a tomar un café y me lo cuentas.
— Como quieras, no será porque no te lo he advertido.
— ¿Cómo dijiste que te llamabas?
— Antonio, me llamo Antonio, y tu Begoña, ¿no?
— Eso es. Espera un minuto.

Begoña me resultaba extraña, como ausente. Quizás necesitara distraerse
y mi visita le había venido bien, ojala fuera eso y de paso yo aclarara el
misterio de las llamadas al móvil.

— Bueno, ya estoy aquí.
— ¿Sabes que arreglada mejoras mucho?
— Déjate de tonterías conmigo.
— Perdona, sólo intentaba ser amable… romper el hielo.
— Perdóname tú a mí, estoy un poco borde últimamente.
— Vale, no te preocupes, todos tenemos días malos.
— A ver, ¿Qué es eso tan importante que me quieres contar?
— Una tontería, y con tu padre muerto no podré averiguar nada de todas maneras.
— Veamos si yo te puedo ayudar…
— Verás: desde hace unos días recibo llamadas en el móvil de un número desconocido
y he conseguido averiguar que ese número lo tenía tu padre. ¿Extraño, verdad?
— No, los números se los dan a otros usuarios pasado un tiempo.
— Lo curioso es que también sé quien llama.
— ¿Quién? —La cara de Begoña había cambiado, se había vuelto más dura e
inexpresiva aún.
— Es una mujer… Quizás esté metiendo la pata, lo siento.
— No te preocupes, si te voy a decir hasta el nombre: Begoña
— ¡¿Cómo sabes tu eso?!
— Yo sé muchas cosas y esta historia es muy larga.
— Si quieres lo dejamos, te veo nerviosa.
— No. Creo que me vendrá bien hablar contigo, después de todo los protagonistas
de la historia están muertos ya y hasta es bonita y todo.
— No te entiendo…
— Begoña y mi padre fueron novios cuando eran muy jóvenes, se conocieron co
calcetines y espinillas y estuvieron muchos años saliendo, hasta que mi padre
entró en la universidad. Allí conoció a mi madre y, según ellos fue un flechazo,
amor a primera vista, y empezaron a salir. Se hicieron novios y todo iba viento en
popa pero mi padre no había olvidado a Begoña, ya sabes, eso del primer amor… Mi
padre acabó la carrera y se casaron en cuanto pudieron ya qué él tenía que irse a
otra ciudad a trabajar y en el equipaje se llevó el recuerdo de Begoña a la que incluso
escribía de vez en cuando. Nací yo y todo parecía de color de rosa, éramos una
familia de anuncio de televisión, mis padres jóvenes y guapos, yo rubia y sabihonda
y una economía saneada. Años después volvimos aquí y la historia de Begoña empezó
de nuevo y con más fuerza que nunca, creo que ya se veían a escondidas y mi
madre debía sospechar algo, pero nunca dijo nada.
Yo ya tenía una edad en la que me daba cuenta de todo y, aunque nadie decía nada,
yo notaba que mi casa se iba enfriando, mis padres se iban distanciando y yo estaba
cada vez más sola. Hace dos años murió mi madre, le detectaron cáncer de mama
pero fue demasiado tarde, voló y se fue en unos meses… no sufrió, menos mal…
—Está refrescando, ¿nos vamos?— Begoña se había quedado mirando a un
punto perdido y había empezado a llorar en silencio.
— Como quieras. Vamos a mi casa y termino de contarte la historia, así sabrás
quien te llama al móvil y por qué.

La casa de Begoña parecía sacada de una película de miedo, muy oscura vacía,
extrañamente vacía de muebles y cosas, sólo había en ella lo estrictamente
indispensable para vivir.

— Nos quedamos en la muerte de mi madre ¿no?
— Sí, creo que sí
—Pues al principio creí que mi padre no lo soportaría, a pesar de todo estaba
muy unido a mi madre y, como él decía, se habían acostumbrado el uno al otro,
a sus silencios, a sus ausencias aparentes, ya sabes… Pero no tardó en aparecer
en escena Begoña. Un día se hicieron los encontradizos y me la presentó.
Tenía cara de solterona, muy arreglada, eso sí, y con un gusto exquisito.
A partir de entonces me tuve que acostumbrar a ella ya que mi padre no
dejaba de verla, salían juntos y yo creo que hasta se acostaban. Un día ella
me contó su historia y me conmovió, nunca había dejado de querer a mi padre
y no estuvo jamás con otro hombre para no serle infiel y todo eso mientras él
estaba casado con otra, pero sé que tampoco la olvidó nunca, hasta el punto de
ponerme su nombre, lo que no sé cómo sentaría a mi madre cuando lo descubrió.
Todo seguía dentro de la más absoluta normalidad y, una vez vencidos ciertos
prejuicios, mi padre traía a casa a Begoña con frecuencia y, poco a poco, nos
fuimos haciendo amigas. Su tema de conversación favorito era mi padre, estaba
profundamente enamorada de él y ahora que lo había reencontrado era como si
quisiera recuperar el tiempo perdido sin él y me hacía contarle cosas de él, cosas
triviales, sin importancia pero que a ella parecían llenarle esos años de vacío y
soledad en que mi padre estuvo casado con mi madre.
A veces pasábamos tardes entras viendo
fotos de mis padres y yo le explicaba los sitios donde estaban hechas y las
circunstancias que se daban en algunos casos. En la mayoría de las fotos
aparecía mi madre y ella me sorprendía diciendo que de alguna forma quería también
a mi madre, como si por radiación pudiera querer todo lo que hubiera estado
relacionado con mi padre.
Nunca había visto a nadie querer así, ni pensaba que se pudiera querer de esa
manera a alguien, con esa especie de veneración casi religiosa. Begoña adoraba
a mi padre, lo miraba embelesada, lo mimaba, era su referencia, su norte, vivía
por y para él y contagiaba felicidad, ilusión, amor.
A veces los miraba cuando estaban juntos y pensaba que me gustaría verme así
con el paso de los años, sentirme querida y querer de verdad a pesar de los
años y de la madurez. Parecían dos adolescentes enamorados haciéndose
arrumacos, contándose secretillos, jugueteando todo el día. También los oía
discutir a veces, siempre por nimiedades, pero mi padre tenía mucho genio y
ella no le iba a la zaga, así que cuando se enfrascaban en una discusión era de las
buenas, lo bueno era que siempre acaban riéndose uno del otro y para celebrarlo
se iban al cine o a tomar una copa solos y yo me quedaba mirándolos con una
mezcla de ternura y envidia sana ya que yo era feliz viendo feliz a mi padre y
pensaba que mi madre, desde donde quiera que estuviera, también lo sería,
estaba segura de ello.
Me hubiera gustado verlos envejecer juntos y haberle dado nietos a mi padre pero
aquella fatídica tarde se cruzaron por la carretera de la costa con un conductor
borracho que los tiro por la cuneta y el coche, después de dar varías vueltas acabó
en el mar. Al día siguiente encontraron el coche con el cuerpo de ella dentro, el de
mi padre jamás se encontró y por eso ella lo sigue llamado al móvil… No me mires
así, no me he vuelto loca ni nada de eso.
— ¿De verdad piensas eso?
— No, pero me gustaría que fuera verdad, ¿sería bonito, verdad?
—¿Sabes? Creo que pasas demasiado tiempo sola y eso no es sano. Podíamos
quedar para mañana ¿no? Espera… me está sonando el móvil. ¡Es Begoña!
— Dámelo… Sí… Begoña…? ¡No me digas!... no sabes cuanto me alegro. Dile que
siempre lo querré y a ti también. Que seáis muy felices. Adiós. Era Begoña,
dice que por fin ha encontrado a mi padre y ahora está juntos ya
para siempre… que bonito, ¿no?