Alan Cook, diecinueve años, espera en el locutorio del juzgado la llegada del abogado de oficio que le han asignado para su defensa. Está aturdido, no acaba de entender cómo ha podido llegar hasta allí, hasta esa situación. El locutorio es una habitación pequeña y casi frailuna por su austeridad, una mesa de metacrilato y dos sillas de tijeras conforman todo su mobiliario y en la pared, frente a la puerta, un gran retrato del Presidente del gobierno bajo el cual reza una de sus máximas preferidas: "Ley, Orden, Dinero y Poder". En las otras tres paredes unos cuadritos reproducen consignas y pensamientos del Presidente, pero Alan no alcanza a leerlos desde la silla en que está sentado.
-Me llamo Still, David Still, soy el abogado que el Ministerio de Justicia ha asignado para su defensa.
-Yo soy Alan Cook, supongo que ya sabe todo lo que me ocurre.
Alan había alargado la mano esperando la del abogado para saludarlo, pero éste simuló buscar unos papeles en el portafolios y eludió el saludo.
-Sí, lo sé todo, o casi todo, sobre usted, pero antes que nada y para evitar que se haga ilusiones, tengo que advertirle que es mi primer caso y, por lo que he podido ver, no va a resultar nada fácil. Ha infringido usted demasiados artículos del nuevo código penal y eso es muy grave. Veamos: aquí tengo una reseña de los cargos que se le imputan,... Injurias al Estado en la persona de un funcionario... Intento de apropiación de fondos públicos... Etcétera, etcétera. No está mal el palmarés, no señor. No obstante me gustaría oír su versión de los hechos, saber qué ocurrió y cómo ocurrió, según usted.
-Bien.-Alan tenía la boca seca y hablaba con dificultad, tartamudeando a veces.- No sé si usted conoce la promoción de viviendas para Nuevas Generaciones, bueno, pues yo leí en la prensa que se admitían solicitudes para esas viviendas y entonces fui a la Delegación de Repoblación Demográfica y aquí empezó la pesadilla. Cuando por fin encontré la ventanilla que correspondía a mi distrito, resultó que estaba vacía y tendría que esperar al señor funcionario que se había ausentado un momento. Esperé un buen rato y ya vi aparecer por el pasillo a dos señoras que tiraban de carritos de la compra de los cuales salían hojas de acelgas y barras de pan de esas largas, ya sabe. Venían muy despacio y como contándose algo confidencial y muy divertido. Pasaron por mi lado como si no me hubieran visto y, cual sería mi sorpresa al ver que ambas entraban en el despacho ante el cual yo esperaba hacía casi dos horas.
Una vez dentro del despacho la charla continuó todavía unos minutos más y yo, impaciente, di con los nudillos en la ventanilla. Una de las señoras abrió y yo retrocedí ante la expresión molesta y crispada de su cara. ¿Qué quieres? Me preguntó. Quiero solicitar una vivienda de Nuevas Generaciones, le respondí. Espera un momento, ¿no ves que estoy ocupada? Me respondió y dio un portazo en la ventanilla.
Esperé y, cuando la animada conversación de las señoras acabó, volvió a abrir la ventanilla y entonces tuve que esperar que se retocara el carmín de los labios y la sombra de ojos.
A ver... Me dijo mirándome de reojos mientras pasaba las hojas de una revista del corazón que tenía encima de la mesa. Sí, mire, yo venía por lo de las viviendas de Nuevas Generaciones. ¿Cual es su distrito? Me preguntó. Distrito Norte, sector veintitrés, cota dos, dieciocho treinta y siete barra seis, le respondí.
Bien, ¿Código? Preguntó ella y entonces me subí la manga y le enseñé el código de barras del antebrazo. No sé qué ocurrió entonces, pero aquella señora, después de leer el código con el scáner, me empezó a acariciar el brazo mirándome a los ojos y diciendo cosas como "que pelos más negros y más fuertes, qué músculos, qué fuerza, qué blanco y qué duro". Bueno, retiré el brazo en seguida y me puse un poco nervioso, pero la señora entonces me llamó hacia dentro del despacho. No sé muy bien por qué entré, pero lo hice y tal vez nunca debí haberlo hecho. La señora, de unos cincuenta años, cerró la puerta tras de mí con llave, no sin antes mandar a su compañera de despacho a buscar algo que me sonó más a contraseña, a esfúmate durante un rato, que a algo realmente necesario. Yo estaba de pie, ante un enorme retrato del Presidente del Gobierno, con las manos en los bolsillos del vaquero y sudando a mares. Me estaba temiendo lo peor; yo había escuchado hablar del acoso sexual, pero nunca creí que me ocurriera a mí. La señora se desabrochó la blusa y se quitó el sujetador y después, muy despacio, se dirigió hacia donde estaba yo y me metió mano en la entrepierna.
De un salto me coloqué junto a la puerta y empecé a aporrearla, a llamar a alguien que me salvara de aquella situación tan violenta. Entonces ella, algo más calmada, se me acercó y dijo: Esto te va a costar caro, estúpido, ahora seré yo quien grite y te acusaré de intento de violación. te arrepentirás de haberme despreciado.
A partir de ese momento los acontecimientos se dispararon y escaparon de todo control por mi parte. No sé qué ocurrió a partir de aquí.
-Yo le puedo decir algo de lo que ocurrió a partir de ese momento.-Intervino el abogado.- La señora había leído el código de barras de su antebrazo, como usted bien ha dicho, y el ordenador dio a continuación toda la información que tenía respecto a dicho número, de manera que usted, Alan Cook, de Mainville, está casado-. Los ojos de Alan se abrieron todo cuanto les fue posible y trató de articular una pregunta, pero el abogado le rogó que siguiera en silencio y no le interrumpiera.- Sí, casado y con cuatro hijos, muchos más de los que permite la Ordenación de Repoblación Demográfica y vive usted en una casa del gobierno y disfruta usted de una pensión de votante del Partido de la cual vive, modestamente, pero no necesita trabajar para nadie, al menos no se le reconocen ingresos de otra índole. No obstante, usted fue investigado hace dos años por comprar y vender coches a precios desorbitados y más tarde, por dedicarse a la construcción, usted que no era capaz de poner dos ladrillos de pie, convertido en un magnate de la edificación de casas protegidas y subvencionadas. La investigación fue archivada cuando se supo que usted era fiel votante del partido y que todos esos beneficios habían revertido en las arcas del mismo. Se consideró normal, fruto de sus años de ahorros y sacrificios, que su esposa comprara una espléndida mansión en la montaña, casualmente junto a unas pistas de nieve, que poco después serían declaradas sede de los próximos Juegos Olímpicos de invierno, con lo cual, toda aquella zona se revalorizó sobremanera, obteniendo su esposa unos saneados beneficios.
A pesar de todo esto, usted reclama una vivienda de Nuevas Generaciones y entonces, toda la maquinaria burocrática y legal del Gobierno se pone en marcha contra usted y, por si era poco, el desafortunado incidente con la funcionaria, le pone en el punto de mira de la Justicia del país. Es como si usted, Alan, hubiera tocado algún resorte secreto que hiciera saltar todos los fantasmas contra los que ha luchado el gobierno en los últimos cinco años: la corrupción, el tráfico de influencias, el uso de información privilegiada, el desvío de dinero, la violencia sexual y de todo tipo y qué sé yo cuántos más. Toda una hazaña, se lo aseguro.
-¿Entonces qué cree usted que pasará?- Preguntó Alan sintiendo sobre su cabeza todo el peso de la ciega Justicia.- Debe haber una confusión, yo no soy ese Alan del ordenador, sólo tengo diecinueve años y no me casé nunca ni hice ninguna de esas cosas de que se me acusa.
- No me atrevo a aventurar ningún resultado.-Respondió el abogado al tiempo que recogía los informes en el portafolios.- Ya le dije al comenzar nuestra entrevista que no iba a ser fácil, los antecedentes que se conocen de casos parecidos a este se han fallado con duras condenas de escarmiento en centros de readaptación y reciclaje. Sin embargo, le prometo trabajar a fondo en este caso, es el primero y me gustaría ganarlo. Volveré en cuanto tenga algo que comunicarle. El juicio está previsto para el mes que viene, la lenta Justicia se acelera cuando se trata de estos casos.
El abogado salió del locutorio, pero antes de abandonar el mismo, estrecho la mano de Alan y le dijo sólo una palabra, que a los oídos del chico sonó mágica: Animo. La puerta se cerró tras el letrado y Alan fue devuelto a su celda. allí rompió a llorar y lo hizo hasta ser vencido por el sueño.
El tiempo dentro de la cárcel parecía moverse según otros parámetros, lo marcaban las horas de comer y dormir, las clases de readaptación y el visionado de alguna película, debidamente censurada, y documentales de propaganda política. Las visitas familiares sólo se permitían los fines de semana y Alan temía que llegaran, ya que le dejaban sumido en profundas depresiones. Cuando lo visitaba Linda, la chica con la pensaba contraer matrimonio, se limitaban a cogerse de las manos y llorar mirándose a los ojos, temían que zozobraran tantas ilusiones y tantos sueños ahora que lo habían despedido del trabajo y no sabían qué saldría del juicio. Los últimos días estaba algo desconcertado debido a ciertos cambios observados en el trato de los ordenanzas de la cárcel, antes hoscos y desconfiados y ahora amables y tratando de parecer simpáticos y no le gustaban esos cambios, había leído algunas historias de cárceles y temía saber cómo podía acabar aquello.
Una mañana anunciaron a Alan que tendría visita del abogado, debería pasar revista y tener un buen aspecto ya que sería visto por personas del exterior. El reaccionó ante este anuncio con una mezcla de ansiedad y miedo pero no podía olvidar la palabra del abogado al despedirse la última vez que hablaron: Animo. Alan esperaba nervioso, sentado ante la mesa de metacrilato, la llegada del abogado y éste no se hizo esperar.
-Como le prometí, he trabajado duro en su caso y le puedo asegurar que no ha sido en balde. Empezaré por el principio: Era obvio que no era usted aquel Alan corrupto y aprovechado cuyos datos nos suministró el ordenador y sobre este punto inicié mis indagaciones. Lo primero fue conocer a la funcionaria que le acusó de violación. Tengo que reconocer que los medios que empleé tal vez no fueran los más ortodoxos, pero dieron resultado. Me hice el encontradizo con ella y la invité a cenar, no escatimé medios para hacerle creer que me interesaba por ella y rápidamente cayó en la trampa. En el fondo no es más que una pobre mujer solitaria y marchita que reconoció haberse dejado llevar por un impulso emocional. Está dispuesta a cambiar la acusación de intento de violación por abusos deshonestos frustrados, con lo cual se reduce bastante la culpa.
Con respecto a "lo otro", parece ser que el scáner fallaba ese día y nuestra buena señora tuvo que introducir los números de tu código de barras en el ordenador y se equivocó, sí, así de simple, se equivocó y, sin querer, destapó o, mejor dicho, desató una tormenta que está removiendo los ya agrietados cimientos del Gobierno. Te puedo asegurar que he llegado a recibir amenazas de muerte forzándome a abandonar el caso, pero es una tentación demasiado fuerte para renunciar. Conforme iba desenredando la madeja del otro Alan Cook, iba saltando de sorpresa en sorpresa, descubriendo estafa tras estafa y encontrando nombres que da miedo pronunciar. De resultas, nuestro buen Alan es uno de los hombres de paja de una vasta organización dedicada a evasión de capitales, elaboración de facturas falsas, recalificación de terrenos y no sé cuántas lindezas más, una joya como verás.
Aclarado que tú no eras el Alan en cuestión, pasé al contraataque y reclamé una fuerte indemnización para ti. La prensa, sobre todo la no subvencionada, se ha hecho eco de tu caso y lo está aireando a placer poniendo en entredicho todo el sistema informático del estado y a aquellos que lo manejan tapando sus innumerables errores como "fallos del ordenador".
Aunque no lo creas, ni creo que lo sepas, nos hemos convertido el los personajes del año, tú como víctima de un sistema que todo lo quiere codificar e informatizar y no asume sus errores y yo, como el abogado temerario que mete las narices donde no debe y descubre el pastel que se están comiendo unos cuantos, los de siempre, los que pueden, como es natural.
Resumiendo: es posible que se suspenda el juicio contra ti por los supuestos abusos aquellos y se dice que el Gobierno, en desagravio y como tapabocas, te ofrecerá una casa de Nuevas Generaciones, incluso te la quiere regalar. La empresa donde trabajaban te ha vuelto a admitir y yo, que estoy dispuesto a llegar hasta el final de lo que la prensa llama el "Alangate", es posible que sea suspendido por unos años como letrado si no dejo el caso en manos de un gabinete de abogados designado por el Gobierno.
Se habla en algunos medios de elecciones anticipadas ante las dimisiones de los titulares de varios ministerios, así que imagínate la que hemos organizado.
Alan había escuchado con expectación la larga explicación de abogado y al abrirse la puerta del locutorio para salir de aquel, se vieron arrollados por una avalancha de periodistas enarbolando cámaras y micrófonos.
-Señor Cook, por favor ¿violó usted a la funcionaria?
-Señor Cook, señor Cook ¿llegaron al orgasmo juntos?
-Señor Cook ¿es cierto que le han ofrecido posar desnudo para Play Boy?
-Alan ¿qué piensa su novia de su lío con la funcionaria?
-Señor Cook ¿hay algo entre su abogado y usted?
Meses después, estando de viaje de novios, Alan recordó las palabras del abogado al leer los titulares, a toda página, de un importante diario: "¡Explotó la bomba. El Presidente, implicado en el "Alangate" pide asilo político en Paraguay y tres ministros se suicidan. El país a la deriva”.