XXV
La oposición no desaprovechó la ocasión y empezó la tarea de acoso y derribo de un gobierno que no se tenía en pie ante la tormenta de acusaciones que le llovían por todas partes y hubo elecciones anticipadas.
Al parecer yo me había convertido en uno de los pilares del pueblo con mi moderno bazar y mi flamante y hermosa familia y a alguno se le ocurrió que me presentara a las elecciones por el Partido Popular, alguno que no debía conocerme en absoluto, ya que de haber sido así sabría mis antecedentes políticos, pero entonces no le encajarían con mi edad y mis circunstancias. Mejor así, no tendría que dar embarazosas y falsas explicaciones.
Lo cierto fue que, sin comerlo ni beberlo, me vi envuelto en una polémica según la cual yo no podía ser otra cosa que concejal por el PP, porque para eso era comerciante y, según decían, tenía mucho dinero. Era curioso observar como a pesar del tiempo y los cambios, los clichés seguían siendo los mismos, pero los que de verdad tenían dinero, se quedaban en casa, viéndolas venir, nadando y guardando la ropa, sin dar la cara y sin comprometer su nombre, que nunca se sabía qué podría pasar después de las elecciones, y para eso estaba yo, para poner la cara por ellos, para defender sus intereses y su estatus de derecha ancestral. La mayoría no me conocían, y los que sí, parecían tener amnesia, pero yo recordaba muy bien lo que pasó en el 36, durante la guerra y siguió pasando muchos años después con las familias de los que dieron la cara en nombre de unos ideales legítimos en una España democrática, y por eso estaba curado de ideales políticos y de políticos ideales.
No me fue fácil, pero salí airoso del trance sin comprometerme con nadie y sin deberle nada a nadie. Algunos se atrevieron a preguntarme ¿pero bueno, tu eres de derechas o de izquierdas? Y yo les respondía: con las dos manos se come, una aguanta la cuchara y otra el pan.
Las elecciones las ganó el PP y una vez que pasó el vendaval electoral todo volvió a su cauce, que es lo mejor que puede pasar, porque los políticos, cuando pierden las elecciones se consideran liberados de todo lo prometido y los que las ganan se dedican a buscar excusas para demorar el cumplimiento de las promesas que les han llevado al poder.
No faltaron en el pueblo marejadas políticas que pusieron de manifiesto una vez más la falsedad y la condición de algunos políticos, unos que se presentaron en busca del necesario voto para poder seguir montados en el carro y otros que no dudaron en hacer pactos contra natura con tal de cambiar de alcalde, pero ya todo eso me cogió de lejos y lo vi como se ve una película, nervioso mientras dura si es buena y después a olvidarla.
Y bueno, aquí estoy, viviendo, creo, los mejores años de mi larga y a veces penosa vida, viendo crecer a mis hijos y envejecer a mi mujer. Ya quisiera yo envejecer con ella y cuando llegara el momento irnos juntos de aquí, pero creo que no será así, que yo seguiré por aquí, o sabe dios donde, pero así son las cosas y lo mejor es vivir el presente, carpe diem, que decían los romanos, y tenían mucha razón.
Estoy sentado en un bar de
Si cierro los ojos me parece ver la plaza como hace años, con Andrés tras la barra de su pequeño bar y Feliciana trasteando en la cocina. Arturo y su familia trabajando en aquel enorme salón donde siempre había algo que hacer. Candelario en su “Alhambra”, con el dicho siempre a punto y la poesía tras la oreja, Antonio en el rincón siempre sombrío, y “El Emigrante” en la otra esquina. Algún burro cargado de cántaros llevando el agua a las casas y una pareja de viejos con la mascota y la chaqueta por los hombros hablando y paseando lentamente, pero al abrirlos me encuentro con el campanario enfrente, desafiando al tiempo y a la historia. Las cigüeñas hacen su nido en él y castañetean en su celo y el azul del cielo es cruzado por una banda blanca y vaporosa, algunos dicen que es el avión que va a Lisboa, pero yo prefiero pensar otras cosas. Hablando de Lisboa, la frontera que tantas vidas costó y tanta lucha justificó, ya no existe, los políticos de ahora, decidiendo hacer una nueva Europa, la han borrado de un plumazo y dicen que pronto tendremos la misma moneda que ellos y que los franceses y los alemanes, eso me recuerda a los romanos.
Ahora andan mis hijos revueltos con el dichoso efecto dos mil, que dicen que volverá locos a los ordenadores, y no puedo dejar de pensar en los que ocurrió mil años atrás, cuando a algunos les dio por decir que se acabaría el mundo y
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