4/03/2007

LA HISTORIA DE ENCINASOLA NOVELADA AUTOR (ORIUNDO)

XII

El pueblo había ido creciendo, como derramándose sobre las colinas del castillo y la iglesia y allá por los años de 1500, se construyeron dos fortalezas en otras dos colinas que se elevan al sur y al norte de Encinasola, en línea recta con la iglesia y el castillo.
A la primera la llamaron fuerte de San Felipe, por el rey que lo mandó edificar y a la del sur la llamaron fuerte de San Juan, por el hermano del rey, Don Juan de Austria. Ambas fortalezas se construyeron de forma sólida y compacta, la primera se hizo de planta redonda y arriba le pusieron dos o tres cañones de grueso calibre.
El fuerte de San Juan estaba rodeado de una fosa de bastante profundidad y disponía de puente levadizo para permitir el acceso al mismo. Podía medir unos doscientos pasos de perímetro y se amuralló con ángulos salientes, dando así una planta cuadrada como resultado. En su interior se elevaba una enorme bóveda, mayor que la del otro fuerte, que cobijaba dos salas o almacenes. Este fuerte también tenía sobre su plataforma superior emplazados dos o tres cañones de gran tamaño.
Estos fuertes se hicieron siguiendo pautas parecidas a las que se emplearon para construir las torres de almenara que jalonan toda la costa de la provincia de Huelva, éstas tenían como misión servir de vigilancia y defensa de la costa de los ataques de la piratería berberisca y las de Encinasola tenían como misión la protección ante los frecuentes ataques portugueses.
Junto al fuerte de San Felipe está la Peña, un promontorio de piedra que forma parte de la silueta más familiar y conocida del pueblo. No podría decir las veces que he subido a ese sitio solamente para estar un rato allí sentado, a solas con mis ideas, escuchando mis pensamientos y viendo como el sol se escondía entre la bruma de los montes de Portugal. Desde allí se veía caer el pueblo hacia el ensanche y llegar hasta la fuente de la Cobijada.
Hoy hay agua corriente en el pueblo, pero hasta hace muy poco era habitual ver las reatas de mulos y asnos con sus cantaros camino o de vuelta del pilar, una de las fuentes que suministraban el agua potable a la población, y desde lo alto de la peña los veía con su paso lento y cansino ayudando a sus dueños a ganar el sustento diario.
La tierra de Contienda no había dejado de ser motivo de problemas, y de ello dan fe los archivos municipales de los tres pueblos en litigio en los que se puede encontrar gran número de denuncias a cuenta de desplantes, intentos de amojonamientos y disputas graves de todo tipo. Al fin se firmó la Concordata, allá por el 1544 y quedaron fijos lo límites de las villas de Aroche, Encinasola y Moura, pero esto no resolvería el problema, que continuaría durante tres siglos más.
Carlos V y el rey de Portugal, Juan III, resolvieron nombrar dos plenipotenciarios que estudiaran el asunto y después resolviesen en justicia. Los plenipotenciarios se reunieron en las villas de Oliva y Serpa y allí dieron audiencia a los procuradores de las tres villas interesadas y de la ciudad de Sevilla, de la que las dos villas españolas dependían y oídas las reclamaciones y visitados los terrenos objetos del litigio, los encargados de hacerlo formularon su sentencia.
Yo fui mandado en calidad de ayudante de uno de los procuradores por Encinasola, y gracias a eso puedo contar con detalles algunas de las cosas que allí ocurrieron.
Coincidiendo con el inicio de las negociaciones, los portugueses de Moura penetraron en tierras de Aroche y Encinasola causando graves daños y llegando a matar a algunos indefensos vecinos que encontraron a su paso. Este hecho motivó un documento suscrito por el Emperador Carlos del cual trascribiré lo que todavía recuerdo: “ A Vos don Alonso Fajardo, comendador de la villa: Que entre las villas de Aroche y Encinasola, tierras de la ciudad de Sevilla, y la villa de Moura, del reino de Portugal, hay algunas diferencias y debates sobre algunos términos, aprovechamientos y posesión de ellos. Entre los vecinos de ellas ha habido tomas de ganado y otras cosas de una parte y otra. Y por el bien del la paz y la concordia, hace cuatro años que el serenísimo rey de Portugal nombró un letrado y nosotros nombramos un licenciado para que averiguaran la verdad y administrasen justicia, sobre las diferencias de los términos y sobre los daños que se hubieran hecho de una parte y otra...”
No fue fácil llegar a conclusiones, pero para eso estábamos allí y conseguimos algunos acuerdos que, de momento, calmaron los ánimos y llevaron la paz a aquellas tierras cansadas de disputas y guerras.
En un principio, las gentes de Encinasola no teníamos derechos sobre estas tierras, en poder efectivo de la Orden del Hospital, y la línea divisoria se estableció en la corriente del Múrtiga. El uso de estos terrenos por nuestra parte, nos ofreció posibilidades en la partición de La Contienda y eso, unido al crecimiento demográfico, hizo que gentes de Encinasola y Cumbres repoblaran Barrancos, en un momento en que Portugal tenía problemas para repoblar esos lugares. A eso se debe la estrecha relación que desde siempre ha mantenido Encinasola con Barrancos, a eso y a que tantas luchas y vaivenes fronterizos, más que separarnos de ellos, lo que han hecho es unirnos en una cultura bilingüe y mezclada de pueblos que comparten un paisaje, una economía y unas relaciones más fuertes que la misma frontera.
Un acontecimiento ocurrido tiempo atrás estaba removiendo los cimientos de aquella España recién acabada de recuperar de los moros, el descubrimiento de América a manos de Colón y los Pinzón había abierto las puertas de un nuevo mundo a todo el que tuviera ganas de ganárselo trabajando, y se fueron muchas gentes con esa intención. A unos les fue bien y volvieron ricos, convertidos en indianos, comprándolo todo y haciéndose los dueños del pueblo para, en algunos casos, morir arruinados y solos al no tener dinero ya para seguir comprando voluntades y compañías.
Mejor suerte corrieron los que se quedaron allí, trabajando y ganando dinero y de vez en cuando mandaban algo al pueblo, ya a sus familias, ya a las arcas del ayuntamiento o de la parroquia, destinado principalmente a obras de caridad, como redención de cristianos cautivos por los moros; también se empleaban aquellos dineros en hacer reparaciones en las iglesias existentes, cuando no en hacerlas nuevas con la intención de pedir por el alma del financiador.
Otras veces se empleó el dinero en mejoras de carreteras o educación, fundando cátedras o simplemente escuelas donde los niños pudieran aprender lo suficiente para no tener que dejar su tierra y sus gentes y embarcarse rumbo a lo desconocido, porque si de algo podían estar seguros los que habían triunfado en América, era de que no les habían regalado nada, de que cada onza de plata que habían ganado había sido luchando contra la adversidad, las enfermedades y el desarraigo.
No todos lo oficios estaban autorizados a marcharse al nuevo mundo, pero era tal la fiebre de América, que algunos de los que los practicaban se iban haciéndose pasar por criados o acompañantes de otros que si podían hacerlo. Ignoro si ese sería el caso de Lorenzo Hernández y Lorenzo Gutiérrez, dos hijos del pueblo que un día salieron camino de Sevilla con la intención de embarcar hacia las Indias, pero después se les perdió la pista y, al menos yo, no volví a saber nunca más de ellos.
Otra vez soplaban vientos de guerra en Portugal y nosotros no podíamos ser ajenos a ellos. El rey Felipe IV había nombrado en 1639 al duque de Braganza Gobernador General de las Armas de Portugal, pues bien, en 1640 se sublevó y acabó siendo coronado rey, con lo que Portugal alcanzaba la independencia. Este fue el motivo de una larga guerra en la que los lusos se aliaron con Inglaterra y 28 años después, Carlos II reconocía la autonomía de Portugal. Durante esos años de guerra, los pueblos fronterizos sufrieron la llegada de tropas portuguesas que se dedicaban a robar, saquear, incendiar, matar y tomar rehenes.
Incluso intentaron tomar Aroche, pero un ejército reclutado en las poblaciones cercanas a la frontera, resistió el ataque y falló el intento de conquista portugués; no contentos aquellos, se reorganizaron volvieron a atacar meses después, pero esta vez, el Concejo de Sevilla había enviado militares, armas, municiones y piezas de artillería.
Encinasola no escapó a estos ataques. Durante todo el día se estaban viendo polvaredas y movimientos de gentes en la lejanía, y se presentía que algo iba a ocurrir. Ya nos habían llegado noticias de la sublevación de Portugal, así que no podíamos esperar nada bueno de ellos, y menos aún sabiendo que se habían aliado con los ingleses.
Las autoridades decidieron que las gentes se refugiaran en los fuertes haciendo acopio de comida y agua ante la posibilidad de tener que pasar allí más tiempo del deseado y la medida fue afortunada, ya que al caer el sol, desde el campanario de la iglesia, alguien vio la columna que se dirigía hacia el pueblo procedente de Portugal.
No tardaron en llegar, y desde ese momento los acontecimientos se desarrollaron dentro de una espiral de locura y odio. Lo primero que quemaron fue el ayuntamiento, y después se dedicaron al saqueo y robo de las casas particulares, todo ello sin dejar de provocar a los hombres para que salieran a hacerles frente, y algunos salieron, pero fueron abatidos de inmediato por el fuego luso.
La noche fue de pesadilla, ya que los portugueses ebrios de fuego y sangre, y del vino que habían robado en varias tabernas del pueblo, no paraban de incendiar todo lo que cogían a su paso; dicen que incluso consiguieron entrar en alguna casa violando a las mujeres y llevándose a los hijos como rehenes después de matar a los padres.
Nadie lo sabía, pero el alcalde del pueblo, temiéndose lo peor, mandó pedir refuerzos a Cumbres, donde al parecer había un destacamento procedente de Sevilla y al amanecer se empezaron a oír tiros procedentes de la otra parte del pueblo, eran los refuerzos y entraron sin más oposición que una bandada de portugueses borrachos tirados por los suelos.
El pueblo tardó en reponerse de tan fatídica noche, pero aunque se restauraron las casas y se retiraron todos los vestigios de los incendios y los tiros, en la memoria quedó durante mucho tiempo aquella noche de terror.

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