4/30/2007

LA HISTORIA DE ENCINASOLA NOVELADA AUTOR (ORIUNDO)

XIV

Poco duraron claros los cielos, los nubarrones de la guerra volvían a asomar por el horizonte y esta vez empujados, de nuevo, por Inglaterra y Portugal, que habían tomado parte en la guerra de Sucesión a la corona de España a favor del archiduque Carlos.

Apenas empezado el siglo dieron inicio los enfrentamientos en la frontera portuguesa y siguieron en años sucesivos; la guerra con Portugal dejó un sendero de muerte y destrucción, los daños producidos sobre las cosechas y el robo de ganado dejó sin recursos económicos para sobrevivir a sus habitantes, que sufrieron la penuria y el hambre en sus propias carnes, de forma que algunos se vieron obligados a comer raíces y frutos silvestres para subsistir. A esto hay que añadir la destrucción de los silos y el decaimiento del comercio. Todo lo anterior provocó tal pánico y terror en las gentes, que se vieron obligados a emigrar hacia otros lugares.

Encinasola, dado su carácter fronterizo no tardó en sufrir el ataque de las tropas portuguesas, que esta vez quemaron los archivos municipales y volvieron a amedrentar a todo el pueblo, que una vez más encontró refugio en los fuertes.

Debido a la toma de partido por el futuro Felipe V, cuando éste llegó al poder otorgó al pueblo su escudo de armas que consistía en una encina con campo blanco y cuatro lunas.

En cuanto a penurias y carencias, el siglo que empezaba no era sino una continuidad del que había acabado con escasez de cereales llegando a constar en las actas del cabildo la falta de pan debida a la carencia de trigo provocada por la escasa cosecha y en algunos pueblos se disparó la mortalidad debido a las hambrunas de finales de siglo. Ante estas situaciones, los ayuntamientos acordaron sacar trigo de los pósitos y hacer pan para venderlo en los sitios donde escaseara.

En todo este contexto de lucha por la supervivencia no era extraño que proliferaran epidemias y enfermedades de todas clases, además de la peste, como calenturas, pulmonías, viruelas, tisis y disentería. Tampoco faltó una epidemia de tabardillas que causó gran número de muertes en todo el reino de Sevilla; los efectos de esta enfermedad fueron más dramáticos debido a la coyuntura de hambrunas por las que atravesaba la comarca, debida, entre otras cosas, a los enfrentamientos bélicos que tuvieron lugar con los portugueses durante la guerra de sucesión y empujaron a muchas gentes a sobrevivir de mala manera.

Si la tierra no nos había castigado bastante con sus males exteriores y visibles, ahora decidió hacerlo también con los invisibles e interiores, y un tremendo terremoto asoló toda la comarca la mañana del día de Todos los Santos. Se le conoció como el terremoto de Lisboa, pero su epicentro estaba en el mar, y por ello, la costa, además de sufrir el terremoto, padeció el consiguiente maremoto que arrasó poblaciones enteras.

No por estar lejos Encinasola escapó a las consecuencias del seísmo, y aparte del susto a todos los habitantes, el campanario de la torre vino a dar con sus ladrillos en el suelo. La iglesia principal del pueblo, que había sido restaurada doscientos años antes, y en sus paredes guardaba vestigios de varias culturas y constructores a través de los tiempos, ahora se veía mutilada sin su campanario, el que tantas veces había sido torre vigía del pueblo y desde el cual sus campanas, con sonidos de rancios bronces, convocaban al pueblo a la oración y tocaban a muertos o a rebato, cuando la ocasión lo requería.

Por fin parecía que habíamos salido del túnel de la miseria y las penurias y se construían en el pueblo más molinos de trigo y se instalaban más colmenas. Las encinas y alcornoques se destinaban a la cría del cerdo en montanera y se controlaba la recolección de corcho, y leña para carbón.

También empezamos por esta época a exportar a Portugal, principalmente cereales, patatas y otros artículos de los que eran deficitarios, y traíamos de allá cera, cobre, cueros y algunos artículos más de los que escaseábamos.

La frontera por esta época estaba firmemente establecida, tanto que a mediados de siglo ya contábamos con una aduana que controlaba el tráfico a través de aquella.

También teníamos ya por entonces, además de nuestra iglesia mayor, otra llamada de los Santos Mártires, de bella factura y luminosa construcción. También teníamos las dos ermitas dedicadas a nuestras dos vírgenes, la de Nuestra Señora de Flores y la de Rocamador, y la ermita de San Juan, que quedaba casi a las afueras del pueblo. El Espíritu Santo también tenía su ermita, pero hoy está convertida en escuela, y al lado de la Fuente del Rey, se encuentran vestigios de otra antigua ermita dedicada a San Clemente.

Una cosa quisiera reflejar y no sin tristeza, por esos días abatieron el arco de Trajano que hasta entonces había estado en el Palomar, los vecinos decidieron que los mármoles eran buenos para umbrales y columnas y no tuvieron en cuenta el peso de la historia, así son las cosas cuando la necesidad puede más que la cultura y la escasez de medios más que la educación.

Por aquellos años, la superficie dedicada al cultivo del olivo era muy escasa, a pesar de ser tierra adecuada para ello, por ese motivo la comarca se veía obligada a traerlo de Sevilla y llevó a aumentar la producción plantando para ello más olivares. Esto fue propiciado por el aumento de precio que fue tomando el aceite a través de los años, lo que motivo que los dueños invirtieran más en olivos dejando el cultivo de otros productos que se volvieron menos rentables, llegando incluso el Duque de Medina Sidonia a mandar a sus vasallos a plantar olivos en todo el Condado de Niebla.

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