5/14/2007

LA HISTORIA DE ENCINASOLA NOVELADA AUTOR (ORIUNDO)

XV
Acabando el siglo anterior, unos acontecimientos ocurridos muy lejos de nosotros iban a tener repercusión sobre nuestras vidas, la Revolución Francesa había dado al traste con la corona de Francia y con muchas cabezas de los que la llevaban, que fueron pasados por la guillotina. En España, los ecos no se hicieron esperar y unidos a las consiguientes intrigas por el poder, aderezadas con algún que otro romance de opereta, dieron como resultado el ascenso imparable de Godoy, que parecía llevarse muy bien con la reina María Luisa de Parma.

A cuenta de pactos y tratados, nos vemos otra vez luchando contra Francia, y si en principio conquistamos el Rosellón, después nos costó casi todo el norte del País, lo que llevó al rey a firmar la paz de Basilea, por la que España cedía parte de Santo Domingo a cambio de los territorios conquistados por los galos y Godoy es nombrado Príncipe de la Paz.

Ahora nos habíamos aliado con Francia contra los ingleses y el fin de siglo no podía ser más turbulento, perdimos las islas de Trinidad y Godoy es apartado del poder, pero un pariente de éste accede al gobierno, aquel no tarda en venir como primer ministro y España cede a Francia la Luisiana.

Estrenamos el siglo con la Guerra de las Naranjas, contra Portugal, con Godoy como generalísimo, los portugueses pierden, cierran sus puertos a los ingleses y ceden Olivenza, cosa que aún no acaban de ver clara algunos.

Una paz con los ingleses hace que nos devuelvan Menorca, pero Trinidad se perdió para los restos.

Otra idea que tenían era repartirse Portugal entre Francia y España, y a Godoy le asignaban un principado en el sur; los franceses llegaron a entrar en Lisboa, pero la familia real lusa ya había huido a Brasil.

Los acontecimientos se desarrollaron a partir de aquellos días de tal forma que unos cuantos nobles conspiran contra Godoy y el rey y son procesados por ello y desterrados; de toda esta historia, salió el príncipe Fernando fortalecido de cara al pueblo.

Las intrigas y los complots dieron como consecuencia que los franceses entraran por sorpresa y se apoderaran de Barcelona y Pamplona, pero en marzo, los motines de Aranjuez provocan la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando.

Napoleón se llevó a la familia real a Bayona donde Fernando devuelve la corona a su padre, que acaba cediéndosela a Napoleón, quien encargó el reinado de España a su hermano José.

A todo esto, el bando de los alcaldes de Móstoles llegó a Cumbres, y la guerra no se hizo esperar. Otra vez nos tuvimos que meter en los fuertes ente la llegada de las tropas del general Garsan, que combatían a la división del general Ballesteros, establecida en la Sierra de Huelva. Diez días duró el asedio, y tras la capitulación las tropas francesas se ensañaron con el pueblo. Desmontaron la artillería de los fuertes y la inutilizaron y enterraron en las afueras del pueblo. Después se recuperó alguna de ella y se puso como soporte a las barandillas del Paseo Chico.

Pero no fuimos nosotros los únicos que sufrimos con la invasión de las tropas francesas, toda la sierra padeció destrucciones, incendios y pillaje, lo normal de la guerra, tanto es así que quedó una profunda huella en toda la comarca de los desmanes galos. En el resto del país la guerra seguía y, aliados con los ingleses ahora, se combatía para echar a los franceses. Mientras, en Cádiz, se reúnen las cortes y aprueban la primera Constitución.

No tenía bastante Napoleón con guerrear en España, que le declaró la guerra a Rusia, lo que lo obligó a retirar parte de sus tropas de la península, con lo que facilitó el avance de Wellington y dejó el camino libre hacia Madrid, que José I ha de evacuar e irse a Valencia para reagrupar sus tropas.

Napoleón fracasó en Rusia, no sería el único, y más tropas tuvieron que abandonar España. José I se retira a Francia con su corte y su gobierno, dejando a sus generales luchando contra Wellington que incluso penetrará en Francia acabando así la guerra de la Independencia española y propiciando la vuelta de Fernando VII.

Tal como veo las cosas, los franceses hicieron algunas cosas buenas, como por ejemplo iniciar el ordenamiento de las provincias y acabar con el caos de reinos y divisiones que no hacían más que imposibilitar un mínimo de orden con vistas a las nuevas corrientes y tendencias.

En 1833 se constituyó la provincia de Huelva como tal, y Encinasola dejó de pertenecer al reino de Sevilla, al mismo tiempo que sitios como Fregenal pasaban a pertenecer a la provincia de Badajoz.

También por estos días, un hijo de Encinasola, Juan Gualberto González Bravo, ministro de Gracia y Justicia de Fernando VII, dejó un legado de 100.000 reales para que fueran empleados en obras públicas, con el mismo se repararon los puentes sobre el Murtigas y el Sillo, se construyó un acueducto, se empedraron calles y se mejoró la salida a Aroche.

Algo ocurrió también por esos días que marcaría profundamente la vida y el futuro de la Sierra, las desamortizaciones de los bienes de la Iglesia, que inició Godoy y acabó Mendizábal, y lo más grave de todo, la venta de las dehesas comunales y propios de los ayuntamientos, de forma que el bracero que había vivido de cultivar las tierras de la Iglesia y del aprovechamiento de las comunales, se vio abocado a un jornal, que dependía de muchas cosas ajenas a su capacidad, de los pocos que daban los nuevos propietarios burgueses y quedaría de nuevo sumido en la miseria, teniendo en muchos casos que echarse al monte y formar partidas de bandoleros y salteadores de caminos tan celebres en la Andalucía de entonces.

La desamortización de las tierras de la Iglesia sirvió para que muchas familias hacendadas compararan esas tierras y fundaran enormes patrimonios conocidos de todos; no obstante, las carreteras seguían abandonadas y, a mediados de siglo un viajero norteamericano decía, después de haber cruzado la sierra, que había que circular por caminos increíbles desaconsejando todo tipo de carruajes.

Algo positivo fue la construcción, por parte de aquellas mismas familias, de casas que serían verdaderos palacetes muestras de la arquitectura andaluza de la época, pero los propietarios seguirían viviendo en el municipio, mientras en las aldeas continuarían viviendo los jornaleros en casitas de una sola planta. También avanzaron positivamente la educación y la sanidad dentro de la comarca, dos cosas que necesitaban ponerse al día después de tantos años de olvido y tanto lastre de supersticiones y oscurantismo. Otro avance importante supuso la instalación del ferrocarril, que aunque nunca llegó a Encinasola, se podía tomar tanto en La Nava como en Fregenal y así palió en parte el secular problema del pueblo, la incomunicación.

La sociedad de finales de siglo no había cambiado gran cosa, la burguesía terrateniente de nuevo cuño se convirtió en la clase privilegiada, pero eso se notó más en los grandes núcleos de población, en los pueblos se seguía teniendo al rico del pueblo como imagen del burgués.

Los labradores acomodados, los llamados ricos de nativitati, formaban un grupo de gran arraigo y preponderancia en las decisiones de la comunidad. El Ayuntamiento y la Iglesia tenían su propio peso, las profesiones liberales oscilaban en la escala social dependiendo de sus posibilidades y, por último, el que era a ratos cultivador y a ratos jornalero, ocupaba lo más bajo de la pirámide social, solamente por encima de los llamados “desheredados de la sociedad” y “pobres vergonzantes”, que ejercían la mendicidad a escondidas para no abochornar a familiares y conocidos.

Los terratenientes, con sus posibilidades económicas, trajeron al pueblo diversiones y costumbres, por eso se construyeron en la comarca algunas plazas de toros, y donde no, se hacían con carros o empalizadas cuando llegaba la ocasión en ferias y fiestas. Por ese tiempo ya teníamos la feria de septiembre, que empezó siendo de ganado y derivó a simple festejo popular conforme el negocio y los tratos con reses y animales de tiro dejaron de tener preponderancia.

Por San Andrés se celebraba la feria de los frutos del campo, quizás por eso le llamábamos la feria del nabo, porque era esta verdura, junto con otras similares las que se exponían en concurso de tamaño y frescura.

Al mismo tiempo eran numerosos los donativos que se recibían para construir o restaurar capillas, santos y retablos de iglesias.

Encinasola, poco a poco iba recuperando su normalidad, los daños de la guerra se iban reparando y las heridas se iban restañando, pero el país seguía agitándose debido a la política y las intrigas palaciegas. En plena guerra se reunieron las Cortes en Cádiz y sacaron la primera Constitución democrática que tendría el país, aunque también fue verdad que el propio país no estaba suficientemente representado en ella ni entre los que la habían hecho, y así, entre pronunciamientos y restauraciones, liberales y conservadores, sexenios liberalistas y décadas ominosas, íbamos dando tumbos hacía un final de siglo que no podría ser peor.

El viejo contencioso de La Contienda, después de muchos años en que pareció haber encontrado su solución, volvió a reavivarse, y esta vez fue España la que lo inició por haberse convertido aquellas tierra en refugio de malhechores y apoyo del contrabando. Pero no tardaron en surgir las discrepancias al intentar Portugal que la división se hiciera en dos parte iguales y España en tres, al ser ese el número de pueblos afectados por la división, y en esto acabó el segundo año de negociaciones y el tercero transcurrió también ser ver ningún resultado por parte de ambas naciones.

Al parecer el litigio cayó en el olvido durante muchos años hasta que por fin lo desempolvaron de nuevo y las tres cámaras aceptaron la partición que desde entonces ha sido religiosamente respetada y en ella se hicieron tres partes, pero la asignada a Moura es mucho más pequeña que las dadas a Aroche y Encinasola, si bien, el terreno de la comarca lusa era casi todo de labor y buena calidad, mientras que la de Aroche era todo de monte y poco aprovechable, y la asignada a Encinasola comprendía bastante terreno improductivo.

Años después se elaboró un reglamento para los disfrutes y aprovechamientos de la dehesa de La Contienda, y en el se recogían el conjunto de derechos y deberes a los que se tendría que atener en el futuro todos sus usuarios, así como el uso de las bellotas, casca y corcha, y el reparto de la venta de dichos productos. También se reguló el derecho a establecer majadas de colmenas y el control de las rozas y quemas de rastrojos, contemplando los peligros derivados de ello en determinadas épocas del año.

Quedaba prohibido hacer carbón de encina o alcornoque sin autorización, al igual que cortar leña de los citados árboles en las mismas condiciones.

Cada cámara pondría dos guardas que velarían por el cumplimiento de las normas y leyes, para ello vivirían en la dehesa y portarían las armas que sus cámaras les permitieran; siempre irían juntos al hacer el servicio de vigilancia sirviendo así uno al otro como testigo a la hora de imponer las penas y multas.

Cada cámara debía asegurar servidumbre de paso para ganaderías y animales que pastaran en la dehesa, así como majadas para la dormida de los ganados de cerda, quedando prohibido el uso de la dehesa para animales sin licencia.

Aunque no todos quedaron contentos con el reparto, éste quedó hecho y sus normas acatadas hasta la fecha, y la subasta de las suertes se convirtió en uno de los actos más importantes de la feria de Septiembre. Un refrán de la época sintetizaba muy bien la situación de las gentes respecto a todo el asunto, y decía: “la Contienda, el demonio la entienda”

Uno de los motivos que indujo a los gobiernos de España y Portugal a formalizar de una vez las fronteras que afectaban a la Contienda, fue el uso de la misma por parte de contrabandistas, pero este problema, lejos de resolverse con la partición definitiva, se agravó conforme la comarca fue cayendo en el olvido y la desidia de los gobernantes, constituyéndose en muchos casos en el medio de vida de muchas familias, que se dedicaban a pasar mochilas de café para venderlas después en España y ayudar a las maltrechas economías domesticas.

Por estos años, expertos en la materia, dijeron ya que nuestras tierras no eran aptas para el cultivo por ser un terreno montuoso, pedregoso e infructífero, pero que era bueno para la ganadería debido a los bosques de encinas y alcornoques capaces de engordar gran cantidad de cerdos.

Un siglo estaba acabando y dejaba entrever lo que sería el venidero: el aislamiento y la incomunicación del pueblo serían sus principales enemigos, unidos a la pobreza, el abandono y las adversidades que se irían cebando en él, dando todo esto como consecuencia el éxodo de la juventud por falta de futuro y una bajísima tasa de natalidad unida a un alto envejecimiento de la población y la consiguiente cifra de mortandad.

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