6/02/2007

LA HISTORIA DE ENCINASOLA NOVELADA AUTOR (ORIUNDO)

XVI

Las cosas fuera del pueblo no habían estado mucho más tranquilas que dentro de él, o en sus alrededores. Una noticia que me llegó por esos días me llamó la atención y me hizo recordar cosas que el tiempo había sepultado con el polvo de los días y los sobresaltos. Un periódico hablaba de la abolición de la esclavitud en Cuba, que todavía pertenecía a España, y narraba las condiciones de vida de los mulatos en las zafras y los ingenios de la caña de azúcar, las vicisitudes que debían atravesar y la inseguridad y precariedad en que vivían constantemente. Todo esto me hizo pensar, recordar y tomar conciencia de que la esclavitud era algo que solamente estaba asolapada por otros problemas que algunos consideraban de más importancia, y que estaba claro que no interesaba resolver a menos que la situación se hiciera insostenible, como posiblemente había ocurrido en Cuba en esta ocasión.

Incluía el periódico listas de información sobre la esclavitud, decía, por ejemplo que el 10% de los testamentos de clérigos durante los últimos años, dejaban esclavos como posesiones, y el 75 % de los nobles, o el 20% de los que ejercían profesiones liberales, y así seguía la relación con parecidas cifras a cargo de militares, comerciantes, propietarios de tierras y barcos y demás gremios.

Después daba una relación de las razas que eran objeto de tan vergonzante mercado y las cifras correspondientes, obviaré estas últimas por no darle más aspecto de transacción comercial a algo que debía levantar ampollas en cualquier conciencia medianamente sensible, pero mencionaré alguno de los nombres con los que se les describe, así, se habla de negros, mulatos y “moros de color de membrillo cocho”.

Tan importante y constante fue la presencia de esclavos en algunos pueblos de la provincia, que aún perduran los rasgos en algunos de sus habitantes actuales.

El imperio español, aquel sobre el cual jamás se ponía el sol, poco a poco se había ido desmembrando al mismo ritmo a que había ido perdiendo su fuerza y su influencia en el resto del mundo. Una de sus ultimas posesiones eran Cuba y Filipinas, y ambas se perdieron a finales de siglo, la primera cayó en manos de Estados Unidos, con quien se había aliado para librarse de España, mediante una maniobra sucia y oscura, y Filipinas fue víctima de la debilidad de un ejército y unos políticos que no eran capaces de gobernar lo que tenían a las puertas de casa, cuanto más lo que tenían casi en las antípodas.

La guerra de Cuba marcó profundamente a la población y durante mucho tiempo sus incidencias llenaron el folclore y los refranes de alusiones a ella y sus desastres. Encinasola, al igual que otros muchos pueblos de la comarca también pagó su tributo de vidas humanas en la citada guerra, pero el tiempo transcurrido ha hecho que sean olvidados los nombres de aquellos que entregaron sus vidas en una guerra perdida, quizás por eso nadie los recuerda, porque en la memoria colectiva de los pueblos, débil y maleable, sólo quedan las victorias y los triunfos, las derrotas se guardan en familia.

Los periódicos hablaban también del resto del mundo, y se hacían eco esos días de los avances debidos a la revolución industrial, algo que tardaría en llegar, pero cuando lo hiciera rompería para siempre los esquemas de la sociedad y ya nada volvería a ser como antes, por más que muchos se empeñaran en que todo siguiera como hasta entonces.

Una de las consecuencias de la revolución industrial, fue la toma de conciencia por parte del obrero de su importancia dentro del sistema y esto, unido a su cada vez más creciente número, lo llevó a comprender la necesidad de unirse, asociarse, y crear sindicatos y partidos políticos de diferente ideología y matiz, y así se fundaron asociaciones socialistas y federaciones anarquistas.

La toma de conciencia por parte del obrero y la unión entre los mismos no tardó en dar sus frutos en forma de huelgas y revoluciones en contra del sistema que arrastraba la mentalidad secular y caciquil heredada del pasado. Mientras, las clases dirigentes, ajenas a los problemas del pueblo, parecían vivir en otro mundo de confort, lujo e indolencia, y los políticos estaban más atentos al protagonismo y sus propios intereses partidistas que a los auténticos problemas que tenía el país.

Y con todo este equipaje entramos en el siglo XX, que al principio pareció traer vientos de bonanza a la Sierra, en la que se construyeron carreteras que intercomunicaban todos sus pueblos; lo malo es que algunas siguen siendo las mismas casi un siglo después. Ya estaban comunicados todos los pueblos de la sierra, y ello no cabe duda que favoreció el comercio y la vida en todos lados. El cerdo experimentó un gran auge con la instalación de varios mataderos y la comercialización de sus derivados, así como el castaño y el cultivo de todo tipo de cereales de secano, que encajaban muy bien en las características tanto climáticas como del terreno.

Tal como había quedado establecido desde la Constitución de 1876, el sistema político quedó establecido como una alternancia entre los liberales y los conservadores, quedando fuera las fuerzas radicalmente opuestas al sistema, pero el pueblo, mayoritariamente analfabeto y carente de experiencia política, sometido a un sistema en el que sólo votaban los ricos, no ofrecía garantías de saber mantener aquella alternancia.

Según la constitución, era el Rey el encargado de pedir la formación de un gobierno cuando sobrevenía una crisis, pero la verdad era que las cosas funcionaban de otra manera, y lo normal era que se pactara entre los partidos, se amañaran los votos y se alteraran las listas para conseguir que salieran los llamados candidatos ministeriales. El tinglado no era fácil, y era caldo de cultivo para el poder de los caciques, el clientelismo y la falta de honradez política.

En este contexto, la provincia estaba dividida en cuatro distritos, que eran Aracena, Valverde, La Palma y Huelva. Después estaban los notables de la provincia, que compartían con los cuneros el poder y desde los diferentes partidos políticos contribuían a la creación de las redes de clientelas caciquiles, por último, al establecerse unos hábitos basados en los pactos, los favores mutuos y la falta de libertad en la voluntad política colectiva.

En 1892 se celebró el cuarto centenario, parece que fue ayer, y se dieron cita un buen número de facciones políticas en la provincia, pero debido a que los políticos del terruño no tenían todavía influencia para competir con los políticos de Madrid, tuvieron que dejarse dirigir por los que desde allí designaban.

El siglo XX empezó con el distrito de Aracena como un “cacicazgo estable”, según algunos críticos, y debían tener razón, porque a Encinasola llegaban los ecos de la turbulencia política, pero lo hacían muy atenuados y como si no le importaran a nadie, cosa que no era verdad, porque los poderes establecidos en el pueblo seguían jugando sus bazas políticas en ese río revuelto que fue la política española los primeros años del siglo.

Recuerdo que estaba en el bar que después fue de Andrés, en la plaza, la primera vez que escuché hablar a unos viajantes que venían de Sevilla de una revolución que había en Rusia, y que de momento habían asesinado a la familia real. Aquello me impresionó bastante, aunque no era la primera vez que el pueblo quitaba de en medio a una familia real que solo les acarreaba impuestos y gastos, ya lo habían hecho antes en Francia y desde entonces no les había ido tan mal, al menos eso pensaba yo. Lo que más me llamó la atención fue algo que hablaron de unos que se hacían llamar comunistas y eran los que habían encabezado la revolución; esta gente postulaba algo nuevo, algo con lo que más de uno habíamos soñado muchas veces ante el estado de injusticia y opresión a que estaban sometidos los pueblos, que se morían de hambre mientras sus soberanos se divertían en cruceros, bailes, cacerías y fiestas de todas clases, donde rivalizaban con joyas, lujos y refinamientos, pero eran cosas que no estaban bien vistas, sobre todo por los pilares de la sociedad, que eran la Iglesia y el dinero, principalmente, ya que los comunistas acababan de raíz con la Iglesia, y el dinero pasaba a ser propiedad de la comunidad, al menos eso era lo que decían.

No me pareció bien lo que hicieron con la familia real, creo que no fue necesario tanto ensañamiento, pero para instaurar dioses nuevos hay que eliminar a los anteriores, y aquellas hordas no supieron hacerlo mejor.

Algún tiempo después vinieron los Infantes y, que duda cabe, fue un acontecimiento para un pueblo donde nunca ocurría nada ni venía nadie importante a visitarnos. También vino la Santa Misión, y sacaron en procesión a los santos y las mujeres rezaron el rosario en interminables filas por todo el pueblo. Yo, lo siento, pero veía todo eso como un entretenimiento de mujeres aburridas, de beatas y capillitas, porque nunca he visto que los males profundos de un pueblo se arreglen con santos y rosarios; hay un refrán que dice: a dios rogando y con el mazo dando, pero aquí cada vez daba menos el mazo y cada vez costaba más poner el plato de comida en la mesa, así que todas esas cosas las viví con cierto distanciamiento, al menos interior, que también había que cuidar las formas y no era bueno señalarse en esas ocasiones.

El 12 de abril del 31 hubo elecciones municipales, y fuimos a votar como si sólo estuvieran en juego los cargos del pueblo, que como casi siempre eran los mismos quienes se presentaban, pues tampoco había mucho donde elegir, pero lo que salió de aquellas elecciones fue algo mucho más importante, tanto que hizo salir a los reyes camino del exilio y cambiar el sistema político del país para convertirlo en una república, que bien mirado era la segunda, pero de la primera nadie se acordaba, en unos casos por el tiempo transcurrido y en otros porque aquella fue más de apariencia que de hecho.

Como quiera que fuera, Eduardo López, el alcalde, reunió al pleno municipal y les comunicó las noticias recibidas del Gobierno Civil por medio del siguiente bando: “Se hace saber que proclamada a las cinco de la tarde del corriente en toda España la República, dentro del mayor orden y entusiasmo, procede que todos los habitantes de este noble y honrado pueblo, sin distinción de clases ni categorías, se respete con la mayor severidad este nuevo régimen de gobierno...” Así seguía hasta acabar con todo el formulismo oficial, pero lo importante estaba dicho ya.

Decía un escritor de la época que el 14 de abril del 31 no amaneció para la Iglesia, y fue verdad, la noche anterior duró hasta el 18 de julio del 36, pero de noche o de día, se tuvo que adaptar a los nuevos tiempos, entre otras cosas, al matrimonio civil y ver como la feligresía se le iba de las manos.

Como suele ocurrir siempre en estos casos, en algunos sitios quemaron fotos del rey y de Primo de Rivera, cuando no destruyeron los rótulos de algunas calles para cambiarlos por otros nuevos alusivos al cambio político. Tras la resaca de los inicios de la república llegó un periodo de relativa prosperidad para la comarca, pero bajo aquella se ocultaban las mismas lacras de siempre, el caciquismo, la miseria, los bajos salarios y la disconformidad de los obreros, llegando en sitios como Asturias a levantarse en huelga y tener que ser reprimidos por el ejercito.

En febrero del 36 volvió a haber elecciones y las ganó el Frente Popular, abriéndose uno de los períodos más convulsos de la historia de España. El enfrentamiento entre la burguesía y los obreros se traducía en numerosas manifestaciones, huelgas, atentados y violencia de todo tipo que desembocaba en desordenes constantes. En Encinasola salió elegido alcalde Candelario López, un hombre que daría mucho que hablar durante la guerra y después de ella, debido a su talante y gran bagaje cultural.

En este ambiente tiene lugar la sublevación franquista y la consiguiente Guerra Civil, que fue un azote para la Sierra, como para el resto de España. La comarca fue tomada por los nacionales al mando del Comandante Redondo en agosto del 36 y comenzaron las represalias, denuncias y fusilamientos sin juicio previo en casi todos los pueblos. Pasaron por las armas a muchos rojos sin otro delito que el haber pertenecido a partidos de izquierdas y causando gran número de bajas, la mayoría de las cuales han quedado sepultada en el olvido con la ayuda del miedo.


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